Si algo tenemos en común los perdedores
es que nos encanta la frase
"quién no arriesga no gana",
sabiendo... pero omitiendo,
que a la vez que arriesgamos
también perdemos algo.
Pero insistimos,
aunque el premio nos quede muy alto
y apenas lo alcancemos de puntillas
y rocemos con las yemas de los dedos.
Insistimos,
porque la esperanza es la que nos lleva
a intentar atrapar el premio,
sólo por decir "te lo dije"
aunque sea delante de un espejo.
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