Respirar polvo de escayola rota,
doblar las articulaciones,
y olvidar al andar los rotos.
Perderme en calles
que me sé de memoria.
Pisar baldosas gastadas
y sentirme igual que ellas,
como una flor floreciendo
entre lo tóxico de la rutina.
Querer ir a mi encuentro,
sin saber en qué ciudad
quiero estar hoy...
Y no ir a buscarme por dentro,
porque temo que algún día
toque fondo y no aparezca.
Mis huellas me dan pistas
de dónde ya he pisado,
y se me acaban los caminos
donde pueda tropezar
por primera vez...
-Aquí ya sería la segunda o tercera...-
Y acabar, de nuevo,
en una espiral de poesía.