Para qué negar
que cuándo llega
ya no me apetece marcharme.
Que me veo en el reflejo de cada espejo
sin buscarla tras de mí,
y mucho menos ante mi,
porque está sin necesidad de estar presente...
Y así sólo están
los que de verdad merecen quedarse.
Para qué negar
que el planeta tierra se hace enorme
si cuento pasos de distancia,
y se hace pequeño
cuando no siento que me falta.
Que cada paso
no vaya a su encuentro,
si no a un futuro en el que camine a mi lado,
o se pare a coger aire
y cuente conmigo como quiera,
como apoyo,
consejo,
o experta en el silencio tranquilo de sabernos juntas.
Para qué negar
que temo no estar a la la altura de sus ojos sinceros,
que se vuelven verdes si están tristes,
y por eso no podría enamorarme de ella...
porque la quiero siempre contenta.
Y que pardos quiero sus ojos...
Y que fiera la quiero a ella...
Y que en su libertad,
elija quedarse conmigo.
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